Siempre decimos que la planificación eficiente del aprovechamiento del agua es uno de los pilares fundamentales de la agricultura regenerativa, pero ¿cómo hacerlo en un contexto de cambio climático? En el Día Mundial de la lucha contra la desertificación y la sequía, ponemos luz en la oscuridad y aportamos consejos que hemos aprendido durante todos estos años de aplicación del modelo regenerativo.
Dos terceras partes de Cataluña son vulnerables a la desertificación, es decir, pueden sufrir una degradación paulatina de la tierra fértil hacia el desierto árido o semiárido. En parte porque el cambio climático provoca sequías más frecuentes y largas. En este contexto, por lo general, la agricultura convencional aumenta notablemente las pérdidas de agua debido al uso de riegos de inundación, la destrucción de la estructura natural del suelo y la mala selección de cultivos. Esto provoca que gran parte de los acuíferos se están vaciando considerablemente, ya que se está extrayendo agua a un ritmo que supera su capacidad de recuperación.
La forma más sencilla y coherente de mejorar la infiltración y la capacidad de retención de agua de la tierra es mantener el suelo cubierto y recuperar su estructura natural con un mayor contenido de materia orgánica, eliminando la labranza y reduciendo al máximo el uso de maquinaria pesada. Cuando el contenido de materia orgánica de los suelos es mayor, éstos son más porosos y permiten una mayor infiltración, disminuyendo el volumen de agua que se pierde por escorrentía y el riesgo de erosión. La fracción orgánica del suelo puede retener entre 4 y 6 veces su peso en agua.
En este sentido, es importante la cantidad de humus del suelo, es decir, su parte orgánica y oscura formada por la alteración total o parcial de la materia orgánica de origen vegetal o animal. Éste mejora el ciclo hídrico a pequeña y gran escala, ya que el agua que almacena es transportada hasta las capas más profundas del suelo y puede volver a los acuíferos. Un suelo rico en humus puede llegar a absorber 150 litros por metro cuadrado y hora.

En climas secos o en cultivos de uso intensivo como la huerta, el agua sigue siendo un factor limitante para la producción agrícola, aunque el suelo tenga una estructura y composición adecuadas. Por eso, siempre que sea posible, se cuenta con sistemas de aportación adicional de agua como los siguientes:
- Riego: la posibilidad de regar está condicionada a la disponibilidad de agua y el coste de su aplicación. Se utilizará un sistema eficiente y sostenible que tenga en cuenta la calidad del agua utilizada y el impacto que tendrá sobre la fuente explotada.
- Uso de bancales: es el sistema tradicional para mejorar la infiltración del agua y la profundidad del suelo en laderas con pendientes elevadas. Recomendamos aprovechar bancales y muros de piedra del pasado, puesto que su construcción de nuevo es muy costosa.
- Curvas de nivel: para evitar la escorrentía también se pueden crear pequeñas barreras siguiendo curvas de nivel. Por ejemplo, el sistema de línea clave (keyline en inglés) distribuye el agua por líneas según la topografía del terreno.
- Pequeños embalses: otra opción son los sistemas de pequeños embalses para la recogida de agua de lluvia en las partes altas del terreno. Requieren una planificación y diseño previo y necesita un sistema de extracción de agua y canales de distribución.
En conclusión, planificar un óptimo aprovechamiento del agua es una de las bases del modelo regenerativo. Si mantenemos el suelo cubierto, recuperamos su estructura natural y, en algunos casos, aplicamos técnicas eficientes de aportación adicional de agua, podremos resistir mejor la sequía y enfrentar el proceso de desertificación que vivimos en gran parte de Cataluña.